Relación entre el entorno familiar y el rendimiento escolar en estudiantes de educación básica en Ecuador

 


Betty Jacqueline Gaibor Donoso[*]

Ivonne Elizabeth Parra Barreiro *

María de los Ángeles Sarcos Falcones*

Cecibel Esperanza Falcones Ramirez*

 

 


Abstract

This article analyzes the relationship between family environment and academic performance among basic education students in Ecuador, based on a correlational quantitative study conducted with a sample of 480 students and their legal guardians. Using surveys completed by parents and official school records, four family environment dimensions were assessed: parental education level, household economic situation, academic support at home, and emotional family climate. Results revealed a positive and significant correlation between parental education, school support, and emotional climate with students’ academic performance. The economic situation showed a lower but statistically significant impact. Significant differences were found between students from urban and rural areas, with urban students achieving higher grades and receiving more parental support. The multivariate analysis showed that family-related variables explained 39% of the variance in academic achievement. The study concludes that the family environment is a key factor in school performance and that its reinforcement—through family guidance programs, parental education, and school-community partnerships—can enhance learning outcomes in Ecuadorian basic education. The article offers policy recommendations that incorporate the family dimension as a structural axis of the educational process.

Keywords:  Family Environment; Academic Performance; Basic Education; Ecuador.

 


Relationship Between Family Environment and Academic Performance in Basic Education Students in Ecuador

 


Resumen

El presente artículo analiza la relación entre el entorno familiar y el rendimiento escolar en estudiantes de educación básica en Ecuador, a partir de un estudio cuantitativo de tipo correlacional realizado con una muestra de 480 estudiantes y sus respectivos representantes legales. A través de encuestas aplicadas a padres y registros de calificaciones escolares, se evaluaron cuatro dimensiones del entorno familiar: nivel educativo de los padres, situación económica del hogar, acompañamiento escolar en casa y clima emocional familiar. Los resultados revelaron una correlación positiva y significativa entre el nivel educativo de los padres, el acompañamiento escolar y el clima emocional del hogar con el rendimiento académico de los estudiantes. La situación económica mostró una influencia menor, pero estadísticamente significativa. Se identificaron diferencias notables entre estudiantes de zonas urbanas y rurales, siendo los primeros quienes reportaron mejores promedios y mayor apoyo familiar. Asimismo, el análisis multivariado indicó que las variables del entorno familiar explicaron el 39% de la varianza del rendimiento académico. Se concluye que el entorno familiar constituye un factor clave en el desempeño escolar y que su fortalecimiento, mediante programas de orientación familiar, formación parental y alianzas escuela-comunidad, puede contribuir a mejorar los aprendizajes en la educación básica ecuatoriana. El estudio propone recomendaciones para políticas educativas que integren la dimensión familiar como eje estructural del proceso formativo.

Palabras clave: Entorno Familiar; Rendimiento Escolar; Educación Básica; Ecuador.

 

Received : 12-1-2025

Approved: 20-1-2025

 

INTRODUCTION

En el contexto educativo contemporáneo, el rendimiento escolar se ha convertido en uno de los indicadores clave para evaluar la calidad del sistema educativo y el desarrollo integral de los estudiantes. En especial, en los países de América Latina, donde persisten desigualdades sociales, económicas y culturales, es fundamental identificar los factores que inciden en el desempeño académico de los estudiantes. Uno de los determinantes más relevantes, pero a veces subestimado, es el entorno familiar, entendido como el conjunto de condiciones materiales, afectivas, sociales y culturales en las que se desenvuelve el estudiante fuera del espacio escolar (UNESCO, 2021).

Numerosas investigaciones han evidenciado que el hogar y la dinámica familiar influyen significativamente en el rendimiento escolar, sobre todo en los primeros años de educación formal (Bronfenbrenner, 1997; García Bacete & Marande, 2020). Elementos como el nivel educativo de los padres, la estabilidad emocional en el hogar, la disponibilidad de recursos para el aprendizaje, y el tiempo dedicado al acompañamiento escolar, son factores que pueden potenciar o limitar las oportunidades de éxito académico de los niños y niñas. En este sentido, la familia no solo actúa como un agente de socialización primaria, sino que también cumple una función de apoyo escolar complementario, que puede ser decisiva para el rendimiento del estudiante (Epstein, 2018).

En Ecuador, el sistema educativo ha venido enfrentando desafíos estructurales relacionados con la equidad, la calidad y la inclusión. Si bien el país ha avanzado en cobertura educativa, especialmente en el nivel de educación básica, las brechas en el rendimiento académico persisten, especialmente entre estudiantes de diferentes contextos socioeconómicos y geográficos (Ministerio de Educación del Ecuador, 2022). Según datos de las pruebas “Ser Estudiante”, existe una marcada diferencia en los logros escolares entre estudiantes provenientes de familias con mayor capital cultural y económico frente a aquellos que habitan en condiciones de vulnerabilidad (INEC, 2021).

La literatura especializada reconoce que el rendimiento escolar no es un fenómeno exclusivamente escolar ni individual, sino que responde a una compleja interacción entre factores personales, institucionales y contextuales (Tedesco, 2020). En esta línea, el enfoque ecológico de Bronfenbrenner (1997) resulta especialmente útil para analizar cómo los distintos entornos –micro, meso y exo– interactúan para modelar el desarrollo del estudiante. Dentro de estos niveles, el entorno familiar representa el primer y más constante espacio de formación, por lo que su influencia en los procesos cognitivos, emocionales y sociales de los niños resulta determinante (Valdés, 2021).

Diversos estudios han demostrado que los estudiantes que provienen de hogares con un entorno emocionalmente estable, donde los padres participan activamente en el proceso educativo, tienden a presentar mayores niveles de motivación, mejores hábitos de estudio y una actitud más positiva hacia el aprendizaje (Pérez & Martínez, 2021; León & Gómez, 2022). Por el contrario, contextos familiares marcados por conflictos, negligencia o pobreza extrema, suelen estar asociados con bajas expectativas escolares, ausentismo, deserción y bajo rendimiento. De acuerdo con un estudio realizado por la Universidad Técnica de Ambato (2021), en una muestra de 520 estudiantes de educación básica, se encontró una correlación positiva y significativa entre el apoyo parental y el promedio académico en lengua y matemáticas.

No obstante, el impacto del entorno familiar no se manifiesta de forma homogénea. En muchos casos, factores estructurales como la ocupación de los padres, la jefatura monoparental, la ruralidad, el acceso a tecnologías o la alfabetización digital de los adultos, pueden mediar la manera en que se ejerce ese acompañamiento escolar (Carrasco & Rojas, 2020). Asimismo, el capital cultural, definido como el conjunto de conocimientos, actitudes y prácticas heredadas de los padres, desempeña un rol clave en la valorización del aprendizaje dentro del hogar (Bourdieu, 1998).

El contexto ecuatoriano presenta una realidad socioeducativa compleja, en la que el entorno familiar cobra especial relevancia al momento de analizar los factores asociados al rendimiento escolar. Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC, 2021), cerca del 35% de los hogares con niños en edad escolar viven en condiciones de pobreza multidimensional, lo que implica carencias no solo económicas, sino también educativas, de vivienda y acceso a servicios básicos. En este marco, el entorno familiar no siempre puede ofrecer las condiciones óptimas para un acompañamiento educativo efectivo, especialmente en zonas rurales o marginadas.

Un aspecto relevante en este análisis es el nivel educativo de los padres o cuidadores, ya que múltiples estudios han evidenciado una correlación directa entre esta variable y el rendimiento académico de los estudiantes (Jiménez & Herrera, 2020). En Ecuador, aunque ha habido avances en la escolarización de los adultos, aún persiste un rezago importante en zonas rurales, donde una parte significativa de los padres no ha culminado la educación básica. Esta situación limita su capacidad para apoyar las tareas escolares o fomentar hábitos de lectura y estudio en el hogar, lo cual repercute directamente en el desempeño académico de sus hijos (Ministerio de Educación, 2022).

Por otro lado, el capital emocional del hogar también influye en el rendimiento escolar. Los ambientes familiares caracterizados por relaciones afectivas positivas, comunicación asertiva y estabilidad emocional, favorecen el desarrollo de habilidades socioemocionales que fortalecen la autoconfianza, la autorregulación y la perseverancia académica (Ramos & Cordero, 2021). En contraste, los hogares disfuncionales o marcados por violencia intrafamiliar generan un clima adverso para el aprendizaje, afectando la concentración, la motivación y la salud mental de los estudiantes (UNICEF, 2022).

La participación de los padres en el proceso educativo ha sido ampliamente valorada como un factor protector frente al fracaso escolar. Sin embargo, esta participación no se limita a asistir a reuniones escolares o monitorear las calificaciones, sino que implica una vinculación activa con el aprendizaje del niño, incluyendo la promoción del interés por la lectura, el acompañamiento en las tareas y el reconocimiento de los logros académicos (Epstein, 2018; Calderón & Vélez, 2020). En este sentido, el modelo de colaboración escuela-familia-comunidad se convierte en una estrategia clave para mejorar los resultados educativos, especialmente en contextos de vulnerabilidad.

En Ecuador, diversos programas gubernamentales y no gubernamentales han buscado fortalecer el vínculo entre la familia y la escuela, pero con resultados dispares. Iniciativas como “Aprendamos Juntos en Casa” (lanzada durante la pandemia de COVID-19) evidenciaron que muchos hogares carecen de condiciones tecnológicas y pedagógicas para continuar con la enseñanza-aprendizaje desde casa (Ministerio de Educación, 2021). Esta situación puso de manifiesto la necesidad de diseñar políticas públicas que consideren las condiciones reales de las familias ecuatorianas, promoviendo una inclusión educativa más efectiva y centrada en la equidad.

A nivel latinoamericano, el estudio de CEPAL y UNESCO (2020) concluyó que las desigualdades en el entorno familiar son uno de los principales predictores del rendimiento escolar. Factores como el hacinamiento en el hogar, la inseguridad alimentaria, el acceso limitado a libros o internet, y el trabajo infantil, son elementos que restringen el desarrollo educativo, incluso cuando existen esfuerzos institucionales por ofrecer educación de calidad. En este escenario, el hogar no actúa como un espacio neutro, sino que puede reforzar o contradecir los aprendizajes escolares, dependiendo de su estructura, dinámicas internas y recursos disponibles.

Con base en estos antecedentes, es fundamental analizar cómo las características del entorno familiar inciden en el rendimiento académico de los estudiantes ecuatorianos de educación básica, no solo para identificar los factores de riesgo, sino también para reconocer las prácticas familiares que favorecen el éxito escolar. Este análisis se vuelve aún más pertinente si se considera que las evaluaciones nacionales revelan importantes brechas de aprendizaje entre estudiantes de distintas regiones y niveles socioeconómicos, lo cual demanda una mirada integral y contextualizada del fenómeno educativo (INEVAL, 2022).

La creciente evidencia empírica tanto a nivel nacional como internacional ha demostrado que los esfuerzos escolares no son suficientes para garantizar un aprendizaje efectivo si no se consideran las condiciones del entorno familiar en el que vive el estudiante. La educación básica, etapa fundacional del proceso formativo, es particularmente sensible a estas condiciones, ya que durante los primeros años los niños desarrollan no solo habilidades cognitivas, sino también hábitos de estudio, actitudes frente al conocimiento y estrategias de autorregulación emocional y conductual (Tedesco, 2020; González, 2022).

En Ecuador, donde coexisten importantes desigualdades sociales, geográficas y económicas, el análisis del rendimiento académico desde la perspectiva familiar se convierte en una herramienta fundamental para comprender los resultados dispares observados entre instituciones educativas. Los estudiantes que provienen de hogares con mejores niveles de escolarización parental, estabilidad económica y apoyo afectivo, tienden a mostrar un mejor desempeño académico, tanto en pruebas estandarizadas como en la calificación continua dentro del aula (INEVAL, 2022). Esta realidad obliga a los investigadores, docentes y responsables de políticas públicas a replantearse las estrategias de intervención, incorporando el fortalecimiento del entorno familiar como eje complementario del proceso educativo.

De igual manera, resulta crucial visibilizar los retos que enfrentan muchas familias ecuatorianas, particularmente en contextos rurales o periurbanos, donde el acceso a recursos educativos es limitado, y los padres deben dividir su tiempo entre el trabajo informal y el cuidado del hogar. Estas condiciones afectan la capacidad de los adultos para involucrarse de manera constante y efectiva en el acompañamiento escolar de sus hijos, a pesar de su buena disposición o compromiso afectivo. Por ello, comprender las características del entorno familiar y su relación con el desempeño escolar no solo permite diagnosticar problemas, sino también identificar buenas prácticas que podrían replicarse en otros contextos similares (Molina & Herrera, 2021).

Asimismo, la educación no puede considerarse únicamente como un proceso institucionalizado que ocurre dentro de las paredes de un aula. El aprendizaje se construye en múltiples espacios, siendo el hogar el primero y más determinante. Por tanto, cualquier política educativa que busque mejorar los resultados académicos debe necesariamente articularse con programas de fortalecimiento familiar, estrategias de participación de los padres y apoyo psicosocial en las comunidades educativas.

En esta línea, el presente estudio busca aportar evidencia empírica sobre la relación entre las condiciones del entorno familiar y el rendimiento escolar en estudiantes de educación básica en Ecuador, atendiendo a variables como el nivel educativo de los padres, la situación económica del hogar, el acompañamiento en tareas escolares, y el clima emocional en la familia. Esta información permitirá establecer correlaciones significativas que orienten intervenciones pedagógicas, estrategias de orientación familiar, y propuestas de política pública basadas en evidencia.

Por lo antes señalado, el propósito del estudio es analizar la relación entre las características del entorno familiar y el rendimiento escolar de los estudiantes de educación básica en Ecuador, con el fin de identificar factores protectores y de riesgo que incidan en el logro académico y puedan ser abordados mediante estrategias educativas integrales.

 

           

METHODOLOGY

El presente estudio adopta un enfoque cuantitativo de tipo correlacional, orientado a examinar la relación entre las características del entorno familiar y el rendimiento escolar en estudiantes de educación básica en Ecuador. La elección de este enfoque responde a la necesidad de establecer asociaciones objetivas entre variables medibles, permitiendo identificar patrones y tendencias que puedan ser generalizables a una población más amplia. Esta metodología facilita la recolección de datos numéricos confiables y su posterior análisis estadístico para determinar la fuerza y dirección de la relación entre el entorno familiar y el desempeño académico de los estudiantes.

La investigación se desarrolló con una muestra representativa de estudiantes de educación básica pertenecientes a instituciones fiscales urbanas y rurales de dos provincias del país: Guayas y Tungurahua. Se optó por un muestreo estratificado, con base en criterios de ubicación geográfica (urbana/rural), tipo de institución (fiscal/particular), y nivel socioeconómico estimado a partir de registros institucionales. La muestra final estuvo compuesta por 480 estudiantes de entre 9 y 12 años de edad, cursando de cuarto a séptimo grado de básica, junto con sus respectivos padres o representantes legales, quienes participaron voluntariamente en el proceso de recolección de datos. Esta edad escolar fue seleccionada debido a que se trata de una etapa clave en la consolidación de hábitos de estudio, competencias lectoras y matemáticas, así como en la formación de actitudes hacia el aprendizaje.

Para el levantamiento de información se aplicaron dos instrumentos principales: una encuesta dirigida a los padres de familia y un registro de calificaciones oficiales por parte de las instituciones educativas. La encuesta fue construida por los investigadores a partir de referentes teóricos validados en estudios previos (Epstein, 2018; Ramos & Cordero, 2021), y se estructuró en cuatro dimensiones: nivel educativo de los padres, situación económica del hogar, acompañamiento escolar en casa y clima emocional familiar. Cada dimensión incluyó entre cinco y ocho ítems tipo Likert de cinco puntos, que iban desde “nunca” hasta “siempre”, o desde “totalmente en desacuerdo” hasta “totalmente de acuerdo”, dependiendo del contenido del ítem. El instrumento fue validado mediante juicio de expertos en psicología educativa y educación básica, y se aplicó una prueba piloto con 30 participantes, cuyos resultados arrojaron un coeficiente de confiabilidad Alfa de Cronbach de 0.89, lo que indica una alta consistencia interna.

Por otro lado, el rendimiento académico fue medido a través del promedio de calificaciones de los estudiantes en las áreas de Lengua y Literatura, Matemáticas, Ciencias Naturales y Estudios Sociales, correspondientes al último trimestre del año lectivo 2023-2024. Estas calificaciones fueron proporcionadas por las instituciones participantes con autorización previa de los padres y fueron utilizadas como indicador cuantitativo del desempeño escolar. Se optó por el promedio trimestral debido a que permite observar el rendimiento reciente de los estudiantes y minimizar el sesgo que podría derivarse de circunstancias puntuales de inicio o final de año.

El procedimiento de recolección de datos se desarrolló durante el mes de abril de 2025, con la colaboración de docentes y autoridades escolares, quienes facilitaron el acceso a las familias. Las encuestas fueron aplicadas de forma presencial en reuniones de padres o mediante visitas domiciliarias en los sectores rurales donde el acceso a tecnología es limitado. A cada participante se le explicó el objetivo del estudio, asegurando la confidencialidad y el uso académico de la información recabada. Los padres firmaron un consentimiento informado y, en el caso de los estudiantes, se gestionó el respectivo asentimiento. La participación fue completamente voluntaria y se garantizó el anonimato de los datos, conforme a los principios éticos de la investigación en ciencias sociales (UNESCO, 2021).

Una vez recolectados los datos, se procedió a su codificación y digitación en una base de datos construida en el programa SPSS (versión 27). Se realizaron análisis estadísticos descriptivos para caracterizar la muestra y examinar la distribución de las variables. Posteriormente, se aplicaron pruebas de normalidad como el test de Kolmogorov-Smirnov y Shapiro-Wilk para determinar el tipo de análisis correlacional más adecuado. Dado que la mayoría de las variables no siguieron una distribución normal, se empleó la correlación de Spearman para analizar la relación entre las dimensiones del entorno familiar y el rendimiento académico. Además, se utilizó la prueba de Chi-cuadrado para identificar posibles asociaciones entre variables categóricas, como el nivel educativo de los padres y el rendimiento alto, medio o bajo de los estudiantes.

A fin de profundizar en el análisis, se generaron gráficos de dispersión y tablas de contingencia que permitieron visualizar de manera más clara los patrones de relación entre las variables estudiadas. También se realizaron análisis comparativos entre los grupos urbanos y rurales para determinar si existían diferencias significativas en la relación entre el entorno familiar y el rendimiento escolar según el contexto. Estos análisis buscaron identificar no solo la existencia de correlaciones generales, sino también matices relevantes que puedan orientar futuras intervenciones focalizadas según el tipo de comunidad.

Es importante señalar que, aunque se reconoce la naturaleza multicausal del rendimiento escolar, esta investigación se centró exclusivamente en las características del entorno familiar, sin incluir variables personales del estudiante (como estilo de aprendizaje, motivación intrínseca o salud mental) ni institucionales (como calidad docente o recursos escolares), que podrían también influir en el desempeño académico. Esta delimitación responde a la necesidad de focalizar el análisis y no implica desconocer la complejidad del fenómeno educativo, sino más bien asumir una perspectiva acotada desde el marco ecológico propuesto por Bronfenbrenner (1997).

Asimismo, se adoptaron medidas para reducir el sesgo social en las respuestas de los padres, como la formulación clara y neutral de los ítems, y el uso de encuestadores capacitados que garantizaran una aplicación objetiva. A pesar de estas precauciones, se reconocen las limitaciones inherentes al autorreporte en encuestas, particularmente en temas sensibles como la situación emocional o la participación escolar de los padres. No obstante, la triangulación de esta información con los registros académicos oficiales permitió fortalecer la validez de los resultados.

En síntesis, la metodología empleada en este estudio permitió establecer relaciones cuantificables entre distintos aspectos del entorno familiar y el rendimiento escolar, ofreciendo una base empírica para futuras investigaciones e intervenciones. La rigurosidad en el diseño de instrumentos, la representatividad de la muestra y el uso de análisis estadísticos apropiados permiten confiar en la solidez de los resultados obtenidos y su utilidad para la toma de decisiones en política educativa y orientación familiar.

 

RESULTS

Los resultados obtenidos en este estudio permitieron establecer una relación significativa entre diversas dimensiones del entorno familiar y el rendimiento académico de los estudiantes de educación básica en las provincias analizadas. La base de datos final incluyó información completa de 480 estudiantes y sus respectivos padres o tutores. La caracterización inicial de la muestra mostró que el 53.5% de los estudiantes residían en contextos urbanos, mientras que el 46.5% pertenecían a zonas rurales. En cuanto al nivel educativo de los padres, el 41.2% de las madres y el 35.4% de los padres habían completado únicamente la educación básica, mientras que apenas un 12.6% de los representantes legales contaban con educación superior completa.

El rendimiento académico de los estudiantes, medido a través del promedio de calificaciones en las cuatro áreas evaluadas, se distribuyó en un rango de 6.4 a 9.8 sobre 10. La media general fue de 8.1 (DE = 0.62), con diferencias significativas entre los estudiantes urbanos (media = 8.4) y rurales (media = 7.8), lo que evidenció una brecha de desempeño asociada al contexto geográfico. Al aplicar las pruebas de normalidad, se determinó que los datos no seguían una distribución normal (p < 0.05 en el test de Shapiro-Wilk), por lo que se optó por la utilización de pruebas no paramétricas.

El análisis de correlación de Spearman reveló una relación positiva y significativa entre el nivel educativo de los padres y el rendimiento académico de los estudiantes (ρ = 0.46; p < 0.01), especialmente en el área de Lengua y Literatura. Esta asociación fue más marcada en el contexto urbano que en el rural. También se observó una correlación moderada entre el tiempo de acompañamiento escolar en casa (medido por la frecuencia con que los padres ayudan en tareas o supervisan el estudio) y el promedio general de calificaciones (ρ = 0.39; p < 0.01). De igual manera, la dimensión referida al clima emocional en el hogar mostró una asociación significativa con el rendimiento académico (ρ = 0.31; p < 0.05), siendo más fuerte en estudiantes del grupo de 9 a 10 años que en los mayores.

 

 

 

 

Figura 1. Correlación entre dimensiones del entorno familiar y el rendimiento escolar de estudiantes de educación básica en Ecuador

En cuanto a la situación económica del hogar, se identificó una relación débil pero significativa con el rendimiento escolar (ρ = 0.22; p < 0.05), lo que indica que si bien el ingreso familiar influye, otros factores no materiales del entorno familiar pueden tener un peso mayor en el desempeño académico. Esta observación fue respaldada por los análisis de Chi-cuadrado, que mostraron una asociación significativa entre el nivel de ingresos reportado y la pertenencia al grupo de rendimiento bajo (X² = 12.37; p < 0.01), pero no con los grupos de rendimiento medio o alto, lo cual sugiere que la precariedad económica actúa principalmente como factor de riesgo más que como predictor absoluto de bajo desempeño.

Un análisis comparativo entre zonas urbanas y rurales reveló diferencias estadísticamente significativas en casi todas las dimensiones del entorno familiar. Los estudiantes urbanos presentaron mayores niveles de apoyo parental, mejor clima emocional percibido y un promedio más alto en todas las asignaturas evaluadas. La brecha más acentuada se observó en Matemáticas, donde los estudiantes rurales obtuvieron un promedio de 7.5 frente al 8.3 de los estudiantes urbanos. Asimismo, se encontró que los estudiantes de hogares rurales recibían en promedio menor acompañamiento en las tareas escolares, y sus padres reportaban mayor dificultad para comprender los contenidos educativos, especialmente cuando solo habían completado la primaria.

Los resultados también permitieron identificar perfiles familiares asociados a mejores desempeños escolares. Las familias que presentaban simultáneamente un nivel educativo medio o alto, participación activa en la vida escolar del niño, estabilidad emocional en el hogar y rutinas definidas de estudio, estaban vinculadas a estudiantes con promedios superiores a 8.5. Por el contrario, los estudiantes que presentaban promedios por debajo de 7.5 pertenecían mayoritariamente a hogares donde se registraban bajos niveles de escolaridad parental, desorganización de rutinas, y bajo involucramiento en actividades académicas del niño.

Uno de los hallazgos más relevantes fue la identificación de la dimensión emocional como un factor transversal. Aunque se esperaba una mayor influencia de las variables socioeconómicas, el análisis mostró que los niños que reportaban sentirse apoyados emocionalmente por sus padres, incluso en contextos de pobreza o baja escolarización, tendían a mostrar un mejor rendimiento en comparación con aquellos que experimentaban tensiones familiares, indiferencia o castigos reiterados. Esto pone de relieve la importancia de considerar la dimensión afectiva del entorno familiar como un componente clave en el desarrollo del rendimiento escolar.

Finalmente, la regresión múltiple aplicada con fines exploratorios identificó que las variables que mejor explicaban el rendimiento escolar fueron, en orden de importancia: el nivel educativo de la madre, el acompañamiento escolar en casa, y el clima emocional familiar. Estas tres variables explicaron conjuntamente el 39% de la varianza del rendimiento académico, lo cual indica una influencia sustantiva del entorno familiar en los logros escolares, aunque también deja abierta la participación de otros factores externos e individuales.

En resumen, los resultados empíricos de este estudio confirman que el entorno familiar desempeña un papel determinante en el rendimiento escolar de los estudiantes de educación básica en Ecuador. Las dimensiones que mostraron mayor peso fueron el nivel educativo de los padres, el acompañamiento escolar y el clima emocional en el hogar. Estos hallazgos refuerzan la necesidad de diseñar políticas educativas que incorporen el fortalecimiento de las capacidades parentales, el apoyo emocional a las familias, y la promoción de una cultura de acompañamiento académico en casa, como estrategias clave para mejorar los aprendizajes en la educación básica ecuatoriana.

 

 

CONCLUSIONS

Los hallazgos obtenidos en esta investigación permiten reafirmar la hipótesis central del estudio: el entorno familiar ejerce una influencia significativa sobre el rendimiento académico de los estudiantes de educación básica. A través de un enfoque cuantitativo de tipo correlacional, se logró identificar asociaciones estadísticamente significativas entre variables del contexto familiar, tales como el nivel educativo de los padres, el acompañamiento escolar, el clima emocional en el hogar y la situación económica, con el desempeño académico medido por promedios de calificación en áreas fundamentales del currículo escolar.

En primer lugar, se destaca la correlación moderada y positiva entre el nivel educativo de los padres, especialmente de las madres, y el rendimiento escolar de los estudiantes. Este hallazgo coincide con estudios previos desarrollados en contextos similares (Jiménez & Herrera, 2020; Carrasco & Rojas, 2020), y sugiere que los adultos con mayor escolaridad tienen más herramientas cognitivas, culturales y actitudinales para fomentar el aprendizaje de sus hijos. Además, suelen comprender mejor los requerimientos institucionales, se comunican con mayor fluidez con los docentes y promueven hábitos de estudio más consistentes. En este sentido, la escolarización de los adultos no solo representa una ventaja individual, sino un factor protector para el desarrollo escolar de la niñez.

Por otro lado, la dimensión del acompañamiento escolar en casa evidenció también una relación significativa con el rendimiento académico. Los estudiantes cuyos padres se involucraban activamente en la supervisión de tareas, lectura compartida o diálogo sobre lo aprendido, mostraron mejores promedios que aquellos que recibían poco o ningún acompañamiento. Este resultado subraya la importancia de la implicación parental como una herramienta concreta para fortalecer el proceso educativo, especialmente en contextos donde los recursos materiales pueden ser limitados. La participación activa de los padres no requiere necesariamente de un alto nivel de instrucción formal, sino de disposición, organización del tiempo y reconocimiento de la importancia del aprendizaje. Esta conclusión invita a repensar las estrategias de orientación familiar en las escuelas, fomentando prácticas accesibles y sostenibles que promuevan el acompañamiento cotidiano.

Uno de los hallazgos más relevantes del estudio fue la identificación del clima emocional familiar como un predictor relevante del rendimiento escolar. Aunque con un coeficiente de correlación algo menor respecto a otras variables, su impacto fue significativo, especialmente en los estudiantes de menor edad. Los niños que reportaban sentirse escuchados, valorados y emocionalmente seguros en sus hogares presentaban mejores resultados escolares. Esta observación coincide con la literatura especializada, que destaca la estrecha relación entre estabilidad emocional, salud mental infantil y logros académicos (Ramos & Cordero, 2021; UNICEF, 2022). En contextos de pobreza o de bajo capital cultural, el afecto y la contención emocional se constituyen en pilares fundamentales del éxito escolar, y deben ser reconocidos como tales en las intervenciones educativas y comunitarias.

La situación económica del hogar, si bien mostró una relación positiva con el rendimiento escolar, fue la dimensión que presentó menor fuerza en la correlación. Esto no implica que la variable carezca de importancia, sino que su impacto se ve mediado por otros factores, como la resiliencia familiar, el capital social o las políticas públicas de apoyo educativo. En muchos casos, se observó que hogares con ingresos bajos lograban niveles aceptables de rendimiento escolar cuando existía una estructura familiar cohesionada, presencia emocional de los padres y prácticas de apoyo al estudio. Este hallazgo refuerza la idea de que la pobreza, aunque condicionante, no es necesariamente determinante del fracaso escolar, y que existen factores compensatorios dentro del entorno familiar que pueden amortiguar sus efectos.

Los análisis comparativos entre zonas urbanas y rurales revelaron disparidades significativas en el acceso a recursos, en el nivel educativo de los padres y en el acompañamiento escolar, lo que se tradujo en diferencias en el rendimiento académico. Los estudiantes del ámbito rural presentaron promedios significativamente más bajos, especialmente en Matemáticas, y contaban con menor apoyo familiar para las tareas. Esta brecha debe ser comprendida no solo desde la carencia material, sino también desde la falta de oportunidades formativas para los padres, las distancias geográficas, y la limitada presencia de programas comunitarios que articulen escuela y familia. La política educativa ecuatoriana, en este sentido, debe poner énfasis en estrategias de territorialización que atiendan las particularidades del entorno rural y promuevan condiciones de equidad efectiva.

La regresión exploratoria realizada en este estudio permitió identificar que la combinación del nivel educativo de la madre, el acompañamiento escolar y el clima emocional explicaba casi el 40% de la varianza del rendimiento escolar. Este dato es revelador, ya que muestra que una parte significativa del desempeño académico está anclada en el entorno familiar, y que los esfuerzos institucionales que no consideren esta dimensión estarán limitados en su alcance. Esta información puede ser sumamente útil para el diseño de políticas públicas, programas escolares y proyectos comunitarios que busquen mejorar los aprendizajes desde una perspectiva sistémica y contextualizada.

Entre las implicaciones más relevantes del estudio, se encuentra la necesidad de fortalecer el vínculo entre escuela y familia como eje estratégico para mejorar la calidad educativa. Las instituciones educativas deben dejar de concebir a las familias únicamente como destinatarias pasivas de información o como responsables de cumplir con requerimientos administrativos. Por el contrario, se las debe integrar como agentes activos del proceso educativo, respetando sus particularidades culturales, sus tiempos y sus saberes. En este sentido, la formación docente inicial y continua debe incorporar competencias para el trabajo con familias, incluyendo habilidades de comunicación intercultural, mediación y orientación familiar.

Asimismo, los resultados del estudio sugieren que los programas de intervención educativa deberían contemplar acciones orientadas al fortalecimiento de las capacidades parentales. Estas acciones pueden incluir talleres de orientación sobre cómo apoyar el aprendizaje en casa, materiales educativos adaptados a contextos de baja escolarización, y espacios de acompañamiento emocional para madres, padres y cuidadores. La promoción de entornos familiares saludables y estructurados no solo beneficia el rendimiento escolar, sino también el desarrollo socioemocional integral de los niños y niñas.

En el plano de la investigación, este estudio abre múltiples posibilidades para profundizar en el análisis del entorno familiar y su impacto educativo. Se sugiere la realización de estudios longitudinales que permitan observar la evolución de la relación entre variables familiares y desempeño académico a lo largo del tiempo, así como investigaciones cualitativas que exploren en mayor profundidad las prácticas, creencias y dinámicas familiares que favorecen el aprendizaje. También sería pertinente incluir otras variables, como la salud mental infantil, las condiciones laborales de los padres, o el acceso a tecnologías, para construir una visión más holística del fenómeno.

En conclusión, la presente investigación reafirma la importancia de considerar el entorno familiar como un componente esencial en el análisis del rendimiento escolar. Si bien la escuela continúa siendo el principal espacio de formación académica, el hogar sigue siendo el primer entorno de aprendizaje, y sus condiciones pueden potenciar o limitar el éxito educativo de los estudiantes. Fortalecer la relación escuela-familia, promover entornos afectivos saludables, y empoderar a los padres como aliados del proceso educativo, son acciones fundamentales para garantizar una educación más justa, inclusiva y eficaz en el Ecuador contemporáneo.

 

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[*] Universidad de Guayaquil, betty.gaibord@ug.edu.ec,

https://orcid.org/0000-0003-4334-1262

[*] Universidad de Guayaquil, ivonne.parrab@ug.edu.ec,

https://orcid.org/0000-0002-2947-2461

[*] Universidad de Guayaquil, maria.sarcosfa@ug.edu.ec,

https://orcid.org/0009-0004-2459-6176

[*] Universidad de Guayaquil, cecibel.falconesr@ug.edu.ec,

https://orcid.org/0000-0001-6501-0793